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Es el gran maestro de las secuencias de títulos y  también uno de los mejores cartelistas.
Su estilo revolucionó la estética gráfica del  séptimo arte. Los más reputados directores de cine han solicitado sus  servicios tanto para realizar carteles como los primeros minutos de sus  films: Otto Preminger, Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Stanley Kubrick,  Martin Scorsese o Ridley Scott son algunos nombres dentro de su extensa  carrera. Su trabajo ha servido de inspiración para muchos diseñadores  actuales. 




 
  
 

 
  
 

 
  
 

Pero no sólo es conocido por su contribución al  cine. Fue uno de los mejores diseñadores gráficos norteamericanos de su  época junto a Paul Rand y Milton Glaser. Meggs (2002: 443) dice de él  que “redujo el diseño gráfico a una imagen dominante, sencilla,  usualmente centrada en el espacio” gracias a “una habilidad  extraordinaria para identificar el núcleo de un problema de diseño”.  También afirma que “despojó al diseño gráfico estadounidense de la  complejidad visual y redujo la comunicación a una imagen pictográfica  sencilla”. 
Su forma de trabajar es muy sencilla  técnicamente, pero compleja semánticamente: 
• Construye formas orgánicas sencillas mediante recortes abruptos y simples de cartulina mediante tijeras o trazadas con un pincel.• Estas formas transmiten una gran energía visual ya que están dibujadas con total libertad sin someterse a la rigidez de la geometría exacta.• Utiliza tipografía dibujada manualmente que a veces combina con letras de imprenta.
En una entrevista el  diseñador habla abiertamente de su particular concepto de la creatividad  (Bass, 1989: 13-15): “es la noción de tomar algo ‘conocido', aun algo  trillado, y tratarlo de tal manera que se transforma en una experiencia  completamente fresca. Algo así como transformar lo común y corriente en  extraordinario”. Destaca la importancia de definir correctamente el  problema o la necesidad comunicativa y recomienda dedicarle una gran  cantidad de tiempo antes de encarar un nuevo proyecto. Tras esta primera  fase, procede a la traslación del problema a un concepto creativo  basado en una imagen, “en una frase visual que sea más de lo que parece a  simple vista, o que en cierta forma sea diferente de lo que parece en  una primera impresión”. Para traducir el briefing  al diseño,  Bass utiliza medios que nos remiten a la Retórica: “la ambigüedad y la  metáfora suelen ser centrales en mi trabajo, y por cierto en el trabajo  de la mayoría de los cineastas y diseñadores que admiro”. Usa estas  estrategias retóricas porque considera que el estilo indirecto es a la  vez práctico y estético: “Las cosas que son lo que aparentan cumplen su  función y pronto se vuelven tediosas. Lo ambiguo es intrínsicamente más  interesante, más desafiante, más inclusivo, más misterioso y más  potente. Obliga a volver a examinar, agrega tensión, otorga vida; y  debido a que hay más que descubrir, tiene mayor longevidad”. 
Rechaza categóricamente la idea de una  creatividad gráfica fruto de una inspiración casi mágica. El proceso  creativo es un camino que puede hacerse largo y duro, pero que siempre  conduce a una buena idea. Ante el desconocimiento del proceso, los  jóvenes diseñadores y estudiantes ven productos ya finalizados de los  que quedan maravillados sin conocer su construcción. Considera que esto  les puede llevar a “tener la ilusión de que estas cosas realmente surgen  espontáneamente de la cabeza de algún diseñador”. El tortuoso camino  hacia un gran concepto creativo es igual tanto para los diseñadores  experimentados como los primerizos, la única diferencia es que los  primeros “tienen menos ansiedad frente al proceso porque sabe que  finalmente llegará a donde apunta”. 
Reconoce que estos falsos mitos a veces son  alimentados por los propios diseñadores con afirmaciones tan poco  racionales como: “Bueno, estaba en un restaurante y garabateé esto en la  servilleta…”, “Me estaba afeitando…”, “Estaba en el avión…” o “Iba en  el taxi…”. Bass es indulgente con estos profesionales y afirma que “no  lo hacen con maldad, es que realmente les gustaría creer que las cosas  sucedieron de esa manera”. 
Esta filosofía sobre la profesión del diseño y  la creatividad se debe a una sólida formación en el Brooklyn College de  su Nueva York natal. Entre sus profesores se encontraba Gyorgy Kepes,  uno de los principales teóricos de los últimos años de la Bauhaus que  emigró a Estados Unidos tras el fin de la escuela alemana. La influencia  de su tutor se deja entrever en sus trabajos posteriores llenos de  conceptualismo y abstracción basados en una síntesis de los mensajes  visuales con los menores recursos gráficos posibles. 
Tras su graduación, trabajó en varias agencias  de publicidad neoyorkinas hasta que se muda a Los Ángeles, la meca del  cine. Este hecho cambia totalmente su vida. Es contratado por la  productora Warner para realizar carteles de largometrajes dentro de su  departamento de publicidad. Desde entonces casi todos sus proyectos  empiezan a estar relacionados con el cine y se enamora del séptimo arte.  En 1952 funda su propio estudio de diseño con varios socios donde  compagina los proyectos cinematográficos con trabajos publicitarios y de  identidad corporativa para las más importantes compañías  norteamericanas. 
El encargo de sus primeros títulos de crédito  le llega de la mano del director austriaco Preminger para el musical  “Carmen Jones” (1954) para el que trabajó en diez largometrajes más. Uno  de sus trabajos más conocidos e imitados es la secuencia de apertura de  “Anatomía de un asesinato” (1959). Con un concepto visual simple, pero  impactante, basado en la silueta de un cadáver, Bass establece uno de  los mejores preludios del cine. La secuencia inicial se abre con la  formación del cadáver mediante las diferentes piezas que lo conforman a  la manera de un puzzle. Con la figura ya completada se presenta el  título del film para posteriormente introducir el reparto de actores y  demás participantes mediante las diversas partes del cadáver (brazos,  piernas, tronco y cabeza) al ritmo de la música de Duke Ellington. 
Anatomía de un asesinato  Alfred Hitchcock quedó prendado con estos  títulos de crédito y los de “El hombre del brazo de oro” (comentados  anteriormente) y solicitó su colaboración. Fruto de la unión de estos  dos grandes genios, surgieron un cartel y una secuencia de apertura que  pasó a la historia. “Vértigo” (1958) es uno de los trabajos más  relevantes de Bass. Para reflejar visualmente el mal de las alturas que  sufre Scottie, el personaje protagonizado por James Stewart, utiliza  diversas espirales en movimientos circulares para plasmar la sensación  inquietante del vértigo y el carácter onírico que subyace en el film. La  secuencia abre con un plano detalle de la parte inferior izquierda del  rostro de la protagonista Madelaine, interpretada por Kim Novak. La  música de Bernard Herrmann es ideal para crear esa atmósfera intrigante.  La imagen nos muestra un rostro que no podemos reconocer creándose un  ambiente de misterio en torno a la figura femenina, acentuado por una  iluminación débil. Después la cámara se desplaza a la izquierda y se  acerca a los labios, un claro objeto de deseo. Seguidamente aparece el  nombre del protagonista masculino desde la parte inferior hasta situarse  por encima de los labios de la mujer. La tipografía elegida por Bass es  una Clarendon, una letra con remates cuadrados, en mayúsculas y hueca,  cuyo contorno interior deja ver las imágenes de fondo. El nombre  desaparece mediante un fundido y la cámara continúa su viaje enigmático  por el rostro de la mujer subiendo hasta un plano detalle de unos ojos  inquietantes que miran a los dos lados. Esta vez, el nombre de la actriz  protagonista entra en la pantalla desde arriba para situarse debajo de  los ojos. De nuevo el texto se desvanece mediante fundido y la cámara se  desplaza hacia el ojo derecho de la mujer. El nombre del director entra  en la pantalla desde el centro y se para debajo del ojo, un símbolo que  representa a la perfección la función de Hitchcock. El objetivo vuelve  acercarse más aún a su ojo mientras cambia la iluminación volviéndose  más oscura y virándose la pantalla a color rojo, representando la sangre  y la violencia. El ojo se abre aún más y de su pupila comienza a salir  el título de la película y desaparece de la pantalla por la parte  superior. También de la pupila surge una espiral de color morado que  gira acercándose hacia al espectador como en un intento de hipnotizarle o  marearle para que comparta la sensación de vértigo. La imagen de la  mujer se funde a negro y comienza la aproximación inquietante de varias  espirales de diversos colores acompañadas por los nombres del resto del  reparto. Cada espiral se va enlazando mediante fundidos. En la última,  entra de nuevo la imagen del ojo virada a rojo y desde la pupila sale el  texto “dirigido por: Alfred Hithcock” para terminar fundiéndose a  negro. 
 
  
 
 
  
  
 Vértigo
El cartel de “Vértigo” es un ejercicio de  síntesis gráfica característica de Bass. Dos siluetas, una masculina en  masa de color negro y otra femenina hueca a línea, que se precipitan al  vacío dando la sensación de girar de forma vertiginosa, a pesar del  estatismo del soporte bidimensional, gracias a una espiral blanca. La  tipografía, en este caso, está dibujada a mano en color negro sobre un  fondo rojo. 

La colaboración continuó con los créditos del  largometraje “Con la muerte en los talones” (1959). Los 120 segundos  que dura esta secuencia nos muestra el ritmo frenético de una ciudad  comenzando con la formación animada de una retícula en perspectiva  formada por líneas blancas verticales y horizontales sobre un fondo de  color verde. Los nombres de los actores principales suben y bajan como  si estuvieran en un ascensor. Tras la aparición del título del film, el  fondo verde desaparece mediante fundido mostrándose la estructura de un  edificio con cristaleras que coincide con la retícula creada por las  líneas. A través de los cristales podemos ver el frenesí del tráfico de  una ciudad mientras ascienden y descienden los nombres de actores  secundarios y otros participantes. De nuevo, con un fundido se nos  muestra la incesante entrada y salida de personas por las puertas  giratorias de un edificio. La secuencia finaliza con varias tomas que se  enlazan por corte: el trasiego de transeúntes entrando en el metro, el  cruce de un semáforo, el ir y venir por unas escaleras, la pelea de dos  mujeres por un taxi y la pérdida de un autobús cuya puerta se le cierra  en las narices a un hombre, que precisamente es Hitchcock en uno de sus  particulares cameos. 
 
   
   
  
   
  
 
   
    
             Con la muerte en los talones
Trabajarán juntos una vez más  en “Psicosis” (1960). Aunque no diseñó el cartel, sí realizó el storyboard   para este largometraje, incluida la conocida secuencia de la  ducha, de la que se dice que fue él quien la dirigió y no Hitchcock.  Esto generó polémica ya que el director británico afirmó que la dirigió  personalmente y el diseñador insistió en que él fue el responsable de su  rodaje. Tras este enfrentamiento no volvieron a trabajar juntos. En la  secuencia de títulos, Bass recurrió de nuevo a formas lineales blancas  sobre fondo negro cuyo frenético movimiento se sincronizaba con la  chirriante banda sonora creada de nuevo por Herrmann. Las líneas  atraviesan de manera acelerada la pantalla horizontal y verticalmente  introduciendo los nombres del reparto. La fragmentación de algunos  textos clave como el título de la película y los nombres del director y  los actores protagonistas reflejan el carácter psicótico de Norman  Bates, el personaje protagonizado por Anthony Perkins. 
Psicosis
Aunque sigue realizando títulos de crédito  memorables como los de “Espartaco” (Stanley Kubrick, 1960), “Éxodo”  (Otto Preminger, 1960) “West Side Store” (Jerome Robbins y Robert Wise,  1961) o “Extraña amistad” (Otto Preminger, 1971) durante la década de  los 60 y 70, comienza a centrarse en la realización cinematográfica  junto a su segunda esposa Elaine. Se trata de una faceta poco conocida,  pero el diseñador llegó a conseguir un Oscar en 1968 al mejor  cortometraje por “Why man creates”, una apología audiovisual de la  creatividad humana. Dirigió otros cortos titulados “The searching eye”  (1964), “From here to there” (1964), “Notes on the popular arts” (1976),  “The solar film” (1980) y “Quest” (1983). En 1974 estrena su primer y  único largometraje “Encuentros en la IV Fase”, una película de  ciencia-ficción en la que nos muestra un mundo dominado por los  hormigas. También produjo un documental titulado “Bass on the titles”  (1977) en el que se analiza su trabajo como responsable de las mejores  primeras secuencias de mundo del cine. 
Tras su aventura como director entre 1970 y  1990, sin el éxito que él mismo esperaba, se centra en encargos  comerciales relacionados con la publicidad y la identidad corporativa  para compañías privadas y reduce sus encargos para diseñar títulos de  crédito. Bass creó numerosos logotipos para empresas como AT&T, Bell  Systems, United Airlines, Alcoa, Minolta, Warner Comunications,  Security Pacific Bank, Quaker Foods & Beverages, Exxon, Paul Harris  Stores, Fuller Paints, Frontier Airlines, Continental Airlines o Avery  International. De esta época son las secuencias iniciales de “Alien, el  octavo pasajero” (Ridley Scott, 1979), “Al filo de la noticia” (James L.  Brooks, 1987), “Big” (Penny Marshall, 1988) y “La guerra de los Rose”  (Danny de Vito, 1989). Estos trabajos quizá no llegan a la excelencia a  la que nos tiene acostumbrado. 
En los 90, Martin Scorsese le llama para que  realice los créditos de “Uno de los nuestros” (1990) junto a Elaine. La  sintonía entre los tres es perfecta y su colaboración continúa con “El  cabo del miedo” (1991), “La edad de la inocencia” (1993) y “Casino”  (1995), la última secuencia de títulos que dejó para el recuerdo antes  de su fallecimiento en 1996. En sus últimos años de vida, también se  encargó del diseño de los carteles de la ceremonia de los Oscars. 
Toda una vida dedicada a sus dos grandes  pasiones: el Diseño Gráfico y el Cine.
 


 
  
  
  
   
 
 
   
 
 
  
 
 
  
 
 
   
 
 
  
 
 
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