Orígenes. Algo mas que saber del país de “El Tango”...
 
Costumbres de tango y pampa, ídolos del fútbol, mate y jerga callejera, corralito e inmigración son los pocos datos que muchos tienen hoy en día de Argentina.
Me pareció interesante dar a conocer, a quienes no han podido acercarse en profundidad a la historia de este páis,  sus mas profundos orígenes. Orígenes que no para todos fueron prósperos, y me refiero a aquellos que no tuvieron opción de escribir la historia mas que con su sangre. 
 
Desde mucho antes de la llegada del hombre blanco a estas tierras, sus habitantes vivían en paz, y construían una cultura propia, a base de tradiciones y leyendas que afortunadamente hasta hoy nos acompañan. Sus valores y fortalezas nada tenían que envidiar a aquellos que mas tarde llegaron a querer enseñarles, sin lograr entender que eran ellos los que tenían mucho que aprender de estos "indios salvajes". 
El poblamiento humano del actual territorio de Argentina tiene una antigüedad de entre 10.100 y 13.000 años aproximadamente, de acuerdo a los hallazgos de Piedra Museo, en la región patagónica.
A través de la historia se ha denunciado reiteradamente la marginación, discriminación e invisivilización de las culturas indígenas. Pese a ello persisten muchas de sus costumbres y valores, han sobrevivido varias de sus lenguas, y existe un movimiento social creciente dedicado a preservar y recuperar la memoria indígena.
En la historia que acontinuación les dejo, no es relevante el exacto conocimiento de los nombres a los que se hace referencia, sino los hechos y consecuencias que aquí se ejecutaron fuera de toda moral y humanidad.
Los  primitivos dueños de la tierra venían  resistiendo la conquista del blanco desde  la llegada de Solís, en 1516.  Don Pedro de Mendoza debió abandonar Buenos Aires  en 1536 por la  hostilidad de los pampas. Sólo a partir de la creación del  virreinato y  la consecuente presencia de un poder político y militar fuerte, fue   posible establecer una línea de fronteras con el indio medianamente  alejada de  los centros urbanos. 
Rosas,  haciéndose eco de las demandas de sus colegas  estancieros sobre los constantes  robos de ganado por parte de los  indios, encabezó la primera “conquista al  desierto”. 
Entre  1833 y 1834, al concluir su primera gobernación,  Juan Manuel de Rosas, emprendió  la primera campaña financiada por la  provincia y los estancieros bonaerenses  preocupados por la amenaza  indígena sobre sus propiedades. 
La  expedición contó con el apoyo de las provincias de  Córdoba, San Luis, San Juan  y Mendoza. Rosas combinó la conciliación  con la represión. 
Pactó  con los pampas y se enfrentó con los ranqueles y la  Confederación  liderada por Juan Manuel Calfucurá.
Según  un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos  Aires a poco de comenzar la  conquista, el saldo fue de 3.200 indios  muertos, 1.200 prisioneros y se  rescataron 1.000 cautivos blancos. 
Hasta  la caída de Rosas se vivió en una relativa  tranquilidad en las fronteras con el  indio, pero a partir de 1853  reaparecieron los malones. En marzo de 1855, el  gobierno de la  provincia envió una expedición militar hacia la zona de Azul al  mando  del coronel Bartolomé Mitre. Mientras acampaba en Sierra Chica, la   división fue cercada y diezmada por los lanceros del cacique Calfucurá. 
Calfucurá  era el jefe indígena más importante. Había  nacido en Lloma (araucania chilena)  en 1785. En 1835 logró imponerse  sobre los araucanos de Masallé (La Pampa) y se proclamó  "cacique  general de las pampas". El cacique araucano sometió a todas  las tribus  del Sur. Calfucurá, dotado de una gran inteligencia y una notable   capacidad de organización, organizó en 1855 la "Gran Confederación de  las  Salinas Grandes", en la que confluyeron las tribus pampas,  ranqueles y  araucanas. Mantendrá en vilo a los sucesivos gobiernos  hasta ser derrotado en  marzo de 1872 en San Carlos, partido de Bolívar.  Calfucurá murió un año más  tarde con casi cien años en la isla de  Chiloé. Tomará el mando su hijo,  Namuncurá, quien secundado por sus  bravos guerreros, Cachul, Catriel, Caupán y  Cañumil, se dispuso a  cumplir el mandato de defender sus tierras, pero no tendrá  la tenacidad  de su padre. 
  
La  consolidación del Estado Nacional hacía necesaria la  clara delimitación de sus  fronteras con los países vecinos. En este  contexto, se hacía imprescindible la  ocupación del espacio patagónico  reclamado por Chile durante décadas. Sólo la  pacificación interior  impuesta por el Estado nacional unificado a partir de  1862, permitió a  fines de la década del 1870, concretar estos objetivos con el  triunfo  definitivo sobre el indio. 
El  gobierno de Avellaneda, a través del ministro de  Guerra, Adolfo Alsina impulsó  una campaña para extender la línea de  frontera hacia el Sur de la Provincia de Buenos  Aires. 
El  plan de Alsina era levantar poblados y fortines, tender  líneas telegráficas y  cavar un gran foso, conocido como la "zanja de  Alsina", con el fin de  evitar que los indios se llevaran consigo el  ganado capturado. 
Antes  de poder concretar del todo su proyecto, Alsina  murió y fue reemplazado por el  joven general Julio A. Roca. La política  desarrollada por Alsina había  permitido ganar unos 56 mil kilómetros  cuadrados, extender la red telegráfica,  la fundación de cinco pueblos y  la apertura de caminos. 
El nuevo ministro  de Guerra aplicará un plan de  aniquilamiento de las comunidades indígenas a  través de una guerra  ofensiva y sistemática. El propio Roca había definido con  sus palabras  la relación de fuerzas: "Tenemos  seis mil soldados armados con los  últimos inventos modernos de la guerra, para  oponerlos a dos mil indios  que no tienen otra defensa que la dispersión ni  otras armas que la  lanza primitiva". 
Los  teóricos de la modernización del país proponían poblar  el "desierto"  que se suponía deshabitado. No eran numerosos los  habitantes, pero había  habitantes previos a esta postulación. Estos  habitantes eran los indígenas. Un  testigo de la época, el Ingeniero  Trevelot, opinaba: “Los indígenas han probado ser  susceptibles de  docilidad y disciplina. En lugar de masacrarlos para  castigarlos sería  mejor aprovechar esta cualidad actualmente enojosa. Se  llegará a ello  sin dificultades cuando se haga desaparecer ese ser moral que se  llama  tribu. Es un haz bien ligado y poco manejable. Rompiendo violentamente   los lazos que estrechan los miembros unos con otros, separándolos de sus  jefes,  sólo se tendrá que tratar con individuos aislados, disgregados,  sobre los  cuales se podrá concretar la acción. Se sigue después de una  razzia como la que nos ocupa, una  costumbre cruel:  los niños de corta edad, si los padres han desaparecido, se  entregan a  diestra y siniestra. Las familias distinguidas de Buenos Aires  buscan  celosamente estos jóvenes esclavos para llamar las cosas por su   nombre".
El  plan de Roca se realizaría en dos etapas: una ofensiva  general sobre el  territorio comprendido entre el Sur de la Provincia de  Buenos Aires y Río Negro y una  marcha coordinada de varias  divisiones para confluir en las cercanías de la  actual ciudad de  Bariloche. En julio de 1878, el plan estaba en marcha y el  ejército de  Roca lograba sus primeros triunfos capturando prisioneros y  recatando  cautivos. 
El  14 de agosto de 1878, el presidente Avellaneda envió al  Congreso un proyecto  para poner en ejecución la Ley  del 23 de agosto  de 1867 que ordenaba la ocupación del Río Negro, como frontera  de la  república sobre los indios pampas. El Congreso sancionó en octubre una  nueva  ley autorizando una inversión de 1.600.000 pesos para sufragar  los gastos de la  conquista. 
Con  la financiación aprobada, Roca estuvo en condiciones  de preparar sus fuerzas  para lanzar la ofensiva final. La expedición  partió entre marzo y abril de 1879.  Los seis mil soldados fueron  distribuidos en cuatro divisiones que partieron de  distintos puntos  para rastrillar la pampa. Dos de las columnas estarían bajo  las órdenes  del propio Roca y del coronel Napoleón Uriburu, que atacarían desde  la  cordillera para converger en Choele Choel. Las columnas centrales, al  mando  de los coroneles Nicolás Levalle y Eduardo Racedo, entrarían por  la pampa  central y ocuparían la zona de Trarú Lauquen y Poitahue. Todo  salió según el  plan con el acompañamiento de la armada que con el buque  El Triunfo, a las órdenes de Martín Guerrico, navegó por el  Río  Negro. 
El  25 de mayo de 1879 se celebró en la margen izquierda  del Río Negro y desde allí  se preparó el último tramo de la conquista.  El 11 de junio las tropas de Roca  llegaron a la confluencia de los ríos  Limay y Neuquén. Pocos días después, el  ministro debió regresar a  Buenos Aires para garantizar el abastecimiento de sus  tropas y para  estar presente en el lanzamiento de su candidatura a presidente  de la  República  por el Partido Autonomista Nacional. Lo reemplazaron en el  mando los generales  Conrado Villegas y Lorenzo Vintter, quienes  arrinconaron a los aborígenes  neuquinos y rionegrinos en los  contrafuertes de los Andes y lograron su  rendición definitiva en 1885.
El  saldo fue el de miles de indios muertos, catorce mil  reducidos a la  servidumbre, y la ocupación de quince mil leguas  cuadradas, que se destinarían,  teóricamente, a la agricultura y la  ganadería. 
Las  enfermedades contraídas por el contacto con los  blancos, la pobreza y el hambre  aceleraron la mortandad de los  indígenas patagónicos sobrevivientes. 
El  padre salesiano Alberto Agostini brindaba este  panorama: "El principal  agente de la rápida extinción fue la  persecución despiadada y sin tregua que  les hicieron los estancieros,  por medio de peones ovejeros quienes, estimulados  y pagados por los  patrones, los cazaban sin misericordia a tiros de winchester  o los  envenenaban con estricnina, para que sus mandantes se quedaran con los   campos primeramente ocupados por los aborígenes. Se llegó a pagar una  libra  esterlina por par de oreja de indios. Al aparecer con vida  algunos desorejados,  se cambió la oferta: una libra por par de  testículos". 
El  general Victorica no andaba con rodeos al explicar los  objetivos de la conquista: "Privados del recurso  de la pesca por la  ocupación de los ríos, dificultada la caza de la forma en  que lo  hacen, que denuncia a la fuerza su presencia, sus miembros dispersos se   apresuraron a acogerse a la benevolencia de las autoridades, acudiendo a  las  reducciones o a los obrajes donde ya existen muchos de ellos  disfrutando de los  beneficios de la civilización. No dudo que estas  tribus proporcionarán brazos  baratos a la industria azucarera y a los  obrajes de madera, como lo hacen  algunos de ellos en las haciendas de  Salta y Jujuy".
El  éxito obtenido en la llamada “conquista del desierto”  prestigió frente a la  clase dirigente la figura de Roca y lo llevó a la  presidencia de la república.  Para el estado nacional, significó la  apropiación de millones de hectáreas.  Estas tierras fiscales que, según  se había establecido en la Ley de Inmigración, serían  destinadas al  establecimiento de colonos y pequeños propietarios llegados de  Europa,  fueron distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder,   que pagaron por ellas sumas irrisorias. 
Algunos  ya eran grandes terratenientes, otros comenzaron a  serlo e inauguraron su  carrera de ricos y famosos.
Algunos  de ellos se dedicarán a la explotación ovina  poblando el desierto con ovejas;  otros dejarán centenares de miles de  hectáreas sin explotar y sin poblar,  especulando con la suba del precio  de la tierra. Aún hoy, el territorio de  Santa Cruz (243.943 km2.) tiene un porcentaje  de medio habitante por kilómetro cuadrado. 
Roca había dicho: "Sellaremos  con sangre y fundiremos  con el sable, de una vez y para siempre, esta  nacionalidad argentina,  que tiene que formarse, como las pirámides de Egipto, y  el poder de los  imperios, a costa de sangre y el sudor de muchas  generaciones".
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
 

 
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